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lunes, 22 de noviembre de 2010

Al día siguiente

Le había prometido esa cena en el mejor restaurante del mundo, tenía la reserva desde hacía diez meses, pero un urgencia en el hospital hizo que fuera imposible, sé que se la debo y seguro que habrá otro momento para llevarla. Sabía de la ilusión que le hacía y de que se había puesto a régimen para entrar en ese vestido tan sugestivo que se ha comprado, pero no pudo ser.
Llegué a casa sobre las 4 de la mañana, cansado, y satisfecho por el trabajo, aunque hubo alguna complicación en la segunda operación de transplante, todo salió bien y por fin pude darle algunos años de vida a la paciente, eso, creo yo, era más importante que la cena. Estaba durmiendo en el sofá, con una caja de donetes vacía sobre la mesa, medio desnuda y con la boca manchada de chocolate blanco, en la mano aún tenía uno medio mordido, me acerque y la besé saboreando de sus labios el dulce sabor que mantenía.
Agarrandola por la espalda y por las piernas, como hacen los recién casados para entrar por primera vez en la alcoba, la introduje en el dormitorio y la acosté en la cama, ella me miraba con cara de sueño, media sonrisa y mirada de interrogación, me desnudé y me recosté a su lado, volví a besarla, ahora por todas partes, el cuello, los labios, el pecho, el ombligo, las piernas, el regimén le había sentado bien y ahora tenía frente a mi una mujer muy hermosa y muy atractiva. Su piel sedosa olía a chocolate y sus manos me abrazaron atrayendome hacía su cuerpo.
Se levantó sobre las 10, yo no trabajaba y me deje estar en cama, se duchó, vistió y preparó un café, al olor de su aroma me levanté y fuí a la cocina, allí estaba ella toda preparada para salir, le pregunté donde iba y me contestó:
- Quería acercarme al gimnasio, cariño, aún tengo algún kilo que bajar.
Me resultaba extraño ir al gimnasio con esa ropa tan elegante, pero no pregunté nada, ella tiene la costumbre de dejar la ropa de deporte en una taquilla y una señora se encarga de lavarsela, no hay como tener dinero, para disfrutar de ciertas comodidades.
Me preparé una taza de café y me acerqué a la ventana, desde allí pude ver como subía a un Mercedes azul que conducía un hombre con traje gris oscuro y al que besó antes de entrar. Una lágrima me cayó sobre la taza.

6 comentarios:

Juanma dijo...

Joder, amigo mío, que gran historia, qué cosa tan bonita. Y qué bien escrita. Sencillamente maravilloso relato. Emocionante.

Un fuerte abrazo.

Óptimus dijo...

Mucho sentimiento, mucha lágrima, más pasión, mucha devoción, tanto esfuerzo, demasiado trabajo ayudando a los demás… y a menudo nos descuidamos a nosotros mismos, tanto que a menudo no valoramos lo que tenemos!
Estoy de acuerdo con Juanma, muy buena historia.
Sigue así.
Un fuerte abrazo.

Anónimo dijo...

JODER QUE BUENA HISTORIA!! SOBRE TODO LA PRIMERA PARTE LA SEGUNDA FLOJEA ALGO.

Anónimo dijo...

SI LA VERDAD ES QUE LA PRIMERA PARTE ES BUENISIMA, MUCHO SENTIMIENTO

Anónimo dijo...

Gracias Juanma, como broma esta bien, pero si eso es escribir bien lo tuyo es de Nobel ya. Pero me has hecho muy feliz.
Optimus la idea era que tal vez no estamos lo suficiente pendiente de la persona que queremos.
Anonimo pero que burro eres, mucho mejor la segunda, ya te dare yo donetes, ya

Óptimus dijo...

Lo entendí bien a la primera pero a lo mejor no supe explicarlo bien, hace mucho que nadie está pendiente de mi.

Falta de costumbre, la próxima lo aclaro.

En todo caso, cualquiera de las tres es muy buena.

Un abrazo.