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viernes, 29 de octubre de 2010

Sonreimos que es viernes

Es la hora de la siesta, me estoy cayendo de sueño, pero no esta bien dormirse en la oficina, nunca se sabe quien puede hacerte una foto y ponerla en el puto facebook. Trato de entretenerme escribiendo, ya que nadie me quiere llevar a Egipto,  así a escondidas y resulta que no sé que estaria pensando pero de repente me vino a la memoria un poema que escribí hace algun tiempo, cuando los euros no eran y habia esos billetes verdes en pesetas.
No me gusta llamar poemas a lo que escribo, es como definir algo estupido con un nombre precioso, como decir que haces algo importante cuando en realidad solo fue un ejercicio de expresión. Bueno que me enrrollo, el escrito era este:
Soberbia                                                     humildad
lujuria                                                         castidad
ira                                                               paciencia
gula                                                            templanza
avaricia                                                      generosidad
pereza                                                        diligencia
venganza                                                    indulgencia

Hace poco me encontré con alguien que era
Humilde
Casto
Paciente
Generoso
Diligente
Moderado al comer e
Indulgente.
Lo tuve que matar,  me daba repulsión.
Ahora me encuentro mejor, creo que he librado a la humanidad
de un ser malvado.

Y este otro, algo verde pero simpatico

Ayer fui al cine París,
no había comenzado la película
cuando pasabas por delante
rozándome las rodillas con tu falda,
después se apagaron las luces
y una linterna iluminó tu cara,
me estabas mirando y yo te miraba
y note como el corazón en mi pecho
se aceleraba,
Había dos butacas por medio
y una pareja quiso ocuparlas
entonces me senté a tu lado,
se te cayeron las palomitas
y nos reímos hasta que shhhhh,
de la butaca de atrás,
en mitad de la película, cuando
James Deán tiraba piedras
a una casa blanca, te besé (1)
recuerdo que tus manos
me buscaban,
y entonces me dijiste al oído
tres mil por la paja.
(1)   de Aute    
       

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