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viernes, 12 de marzo de 2010

No sé a que viene esto, capítulo 2

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Me paró la policía, demasiada velocidad, 3 puntos y 300€. Me senté al volante, y me puse a repasar el día anterior, y el anterior, y el de antes. Que pasa, cuando todo se tuerce? Yo quería mucho a mi mujer y ella a mi, supongo. Que triste es suponer las cosas y peor aún suponer unos sentimientos en otras personas. No acabamos de mostrarlos por miedo al ridículo y luego llegan las malas interpretaciones de los hechos. Y tenemos pavor a decir te quiero por si la otra persona nos dice que ella no, y somos lo suficientemente egoístas para considerar que él que no te quieran es peor que no querer. Pero todos necesitamos mimos, esa frase de cariño que te hace ver que no estamos solos.
En la siguiente salida, dí la vuelta y volví a casa, por el camino llamé a la oficina y me dijeron que el jefe estaba muy enfadado conmigo, y que sería mejor que hoy no fuese, hablé con el jefe de personal y le pedí una semana de vacaciones, quería volver a casa, hablar con la mujer y con la suegra, dejarle los niños e irnos esa semana a cualquier lugar, ella y yo solos, en una playa con sol y así tratar de recuperar ese tiempo en que hemos ido olvidando a la persona que nos ayuda a sobrevivir cada día. Pensé que sería una buena forma de pedir perdón.
Así que cuando llegue a casa, abrí la puerta, la llamé y no me contestó nadie, entonces me encontré una nota encima de la mesa de la cocina que decía: Querido, lo estuve pensando y he decidido marcharme de casa, así que no te puedo hacer la cena, ni plancharte la camisa azul. Hasta la vista.
Al principio me pareció una broma, después de las 12, empecé a preocuparme. Llamé a casa de su madre, a sus amigas, a sus compañeros de trabajo, y nadie me dio razón alguna de su desaparición. Después pensé que la habían secuestrado y que la nota se la obligaron a escribir; después me dormí.
Esta mañana mientras me afeitaba y duchaba, me estuve preguntando por las razones de su adiós, y que era aquello que no podía aguantar de mí. Nunca habíamos discutido mucho y nuestros caracteres eran compatibles, dentro de lo que cabe. No sé si nos queríamos o no, pero nos llevábamos bien y compartíamos la mayoría de nuestros deseos.
A pesar del tiempo que los hijos nos robaban, mas a ella que a mí, nuestra relación era importante en si misma, sin dependencias, y para los demás éramos como la pareja perfecta. Todos comentaban lo bien que nos llevábamos y lo felices que parecíamos estar juntos.
Estuve dando vueltas por la casa, entre en las habitaciones de los niños, y al ver sus ropas, sus fotos, sus juguetes, se me humedecieron los ojos.
Aún seguía pensando que todo era una broma, que de un momento a otro llamaría y me diría que volvería a casa con los niños, pero pasaba el tiempo y nada.
A la hora de comer salí a la calle y en el primer restaurante que encontré, entré a comer. La camarera me preguntó si estaba solo, y me dolió cuando le dije que si; terminé de comer y volví a casa, pero seguía vacía.
Las ocho de la tarde, como casi todos los días, intento continuar con mi vida y me cambio y voy al gimnasio. Un amigo me pregunta, al verme la cara más seria de lo normal, le cuento el tema y trata de darme ánimos: tranquilo muchacho, el mundo no se acaba aquí, hay que seguir tirando, más pierde ella,...
Salimos a eso de las diez y por no dejarme solo, me acompaña a tomar unas cervezas por ahí. Entramos en un pub, al que nunca había ido, pues mi mujer decía que no tenía buena fama y allí, en la barra, estaba ella, mi mujer, con un hombre al que no veía la cara, al verme se puso rígida y pálida, entonces su acompañante se dio la vuelta y me miró. Era el vecino del cuarto, la sangre me subió al cuello en décimas de segundo y las venas se me hincharon como mangueras cuando abres el grifo. Salí disparado a darle un puñetazo, pero mi amigo me agarró por el pecho y me detuvo.
Sin mas explicaciones se marcharon y me dejaron en la barra con un cuba libre llorando y llamándole de todo menos bonita. Ya ves diez minutos antes era la mujer de mi vida y ahora la ramera mas sucia de la ciudad. Que cosas pasan en el breve espacio en el que no estas.
Al día siguiente me llamó, era sábado, y quedamos en vernos después de comer en la cafetería de la esquina, donde solíamos ir a tomar el aperitivo cuando todo estaba bien, o casi bien.  
Esa noche no dormí, pensaba que todo había sido un mal sueño y que a la hora del café todo volvería a ser como antes, no, mejor, pues a partir de ahora iba a dejar de fumar y por lo tanto nunca más iría a comprar tabaco a esos bares. Tomé una caña y una tapa de tortilla y me senté a esperar que llegase, no tardaría mucho.

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