Adquirí la costumbre de dormir frente a mi ventana abierta de par en par, y como inmediatamente bajo el cielo. En las noches demasiado calurosas de julio he dormido completamente desnudo a la luz de la luna; al alba me despertaba el canto de los mirlos; me hundía enteramente en agua fría y me enorgullecía de comenzar muy pronto mi jornada. En el Jura, mi ventana se abría sobre un valle que en seguida se llenó de nieve; desde mi lecho divisaba la linde de un bosque; volaban cuervos y cornejas; de madrugada me despertaban los cencerros de los rebaños; cerca de mi casa, se hallaba la fuente adonde los llevaban a beber los vaqueros: me acuerdo de todo eso.
Me gustaba, en las posadas de Bretaña, el contacto de las sábanas toscas y el buen olor de la lejía. En Belle-Isle me despertaban los cantos de los marinos; corría a mi ventana y veía alejarse las barcas; luego bajaba hacia la mar.
A las mañanas unos cantos de grillos, me hacían de despertador
El goce de alimentar en uno mismo la miseria. La vida era para nosotros. salvaje y de sabor repentino
Y a mí me gusta que la dicha sea aquí
como una florescencia sobre la muerte
3 comentarios:
El texto entero es una gozada. Su final es sencillamente estremecedor.
Abrazos.
ES UN GRILLO REY CLARAMENTE.
Buen plan para vacaciones.
¡Me lo pido!
Saludos.
Publicar un comentario