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martes, 30 de agosto de 2011

la niña mala

Esta lloviendo, enciende un cigarrillo y dale al play






Como cada noche fui hasta el club, bajé las escaleras medio oscuras y entré en el local. La banda de Joe Venuti tocaba como cada noche, los mismos temas, los mismos sentimientos que una música de Jazz te hacen llegar a cada poro de tu cuerpo.
Me senté en la misma silla y con la misma mesa de cada noche y pedí el whisky largo como siempre, el humo llenaba el espacio dejando una fina niebla que amortiguaba las luces de neón de la barra. Allí Marion, con su generoso escote, servía las copas a todos aquellos borrachos que se acercaban para verla mejor y su risa llegaba a mis oidos acompañada por los sones de la música.
Llevo viniendo cada noche de los últimos dos años, si, desde el día aquel que me dejó y marchó con aquel tipo gordo y seboso, mafioso de la construcción en la ciudad y claro, infinitamente mas rico que yo. El caso es que nos queríamos pero una mujer tiene necesidades que no solo el amor y el cariño pueden cubrir, por lo menos esta mujer. Ahora estaban sentados enfrente mía, casi como cada noche y ella me miraba, mientras su marido hablaba con unos amigos.
Por un pasillo de luz roja me dirigí al servicio y a la salida me la encontré, me dejó una nota en un papel arrugado, era una dirección de un motel, el número de la habitación y la hora, las 21,30 del día siguiente; me sorprendió ya que nunca había mostrado ganas de volverme a ver, al darme la nota me sonrió mientras rozaba sus piernas con las mías.
Puntual llegué al motel y subí a la 223, era la hora, llamé y Rose me abrió la puerta, llevaba un vestido ajustado y su melena rubia le caía ondulada sobre los hombros, nunca la ví tan guapa como ahora y tan excitante y sexy. Me introdujo en la habitación y echándome los brazos al cuello me besó, sus labios húmedos rozaron los míos mientras sus manos recorrían mi cara, yo no dije nada, la dejé terminar y cuando iba a pedirle explicaciones por esos dos años, puso sus dedos en mi boca y me dijo:
- Cariño, no digas nada, hoy solo necesito que me escuches.
Nos sentamos, preparó dos martinis con mucha ginebra y empezó a contarme.


No sé como continuar, siempre fui un inconstante.

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