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lunes, 7 de marzo de 2011

Hoy hace calor y me gusta la playa



En recuerdo de Ítaca

Hola, soy Carlos, 55 años y funcionario, acabo de regresar de unas pequeñas vacaciones en Marruecos y tengo una resaca terrible. Como aún me quedan unos días he decidido pasarlos con mi madre, a la que le he traído una chilaba de colores muy llamativos. Mi madre es géminis de 78 años y desde que quedó viuda hace doce, anda un poco extraña, no quiso ir a vivir con ninguno de los hijos, tuvo cuatro, y mejor que no haya ido, porque sus ideas de la vida chocan un poco con las nuestras.
La buena mujer de vez en cuando fuma porros y de vez en cuando se pone a bailar en el comedor con la música de George Moustaki. Mis hijos dicen que esta loca, pero el otro día dejó atónito al alcalde hablando sobre el cambio climático y la crisis, al final de una manifestación.
Suele andar con sandalias de piel y unos vestidos blancos, transparentes, anchos y largos, se peina trenzas y no se maquilla, bueno, algo para disimular las ojeras si que se pone. Aún le queda un punto de coquetería.
Su gran pasión es viajar, todos los viajes que no pudo realizar mientras nos criaba, los esta haciendo ahora. Ha viajado por casi todos los países que soñaba cuando era joven. A veces sola, otras con algún amigo o amiga. Y de cada uno de esos países trae una jarra típica, dice que son para sus cenizas, pero que aún no sabe por cual de ellas se decidirá, si Japón, Perú, Grecia, etc. en fin, que ya lo dirá momentos antes de su muerte.
La cosa es que la jarra que decida habrá que llevarla al país correspondiente para esparcir sus cenizas. Lo que nos garantiza un viaje a los cuatro hermanos con gastos pagos, lo cual es de agradecer.
Algunas noches, sobre todo en verano, llena la casa de velas de olor y abriendo las ventanas deja que la suave brisa del mar entre y mezcle los olores. Creo que es lo que mas recuerdo de su casa, la confusión de olores.
Pero lo que nunca se me olvidará, es su sonrisa y la paz que transmite. Todavía siento ese calor que dejaba en mi cara cuando me acariciaba, y el dulce sabor de aquella tarta que hacía para mis cumpleaños. Debía ser de lo poco que sabía cocinar, pues era una labor que no le gustaba demasiado, solo cuando realmente le apetecía cocinaba de maravilla, el resto del tiempo lo empleaba en ayudar a mi padre que tenía una librería con pocos libros, pero buenos. Algunos costaron una fortuna y aunque procuraba venderlos a mejor precio, a veces se tiraban bastante tiempo en el estante y nosotros teníamos que comer.
Seguro que la voy a echar de menos, posiblemente nunca me olvidaré de su mirada cuando me reñía o cuando acabe la carrera de historia del arte, que orgullosa estaba de que hubiese estudiado lo que ella nunca pudo.
Últimamente no anda muy allá de salud y sus rodillas le impiden subir y bajar por el monte, donde ella recogía esas plantas que luego usaba como infusiones o simplemente aromatizaba la casa. A veces la acompaño y por el camino me habla de sus sueños de niña y de cómo la vida le ha respondido a sus ilusiones. No creo que haya sido como ella quería, pero tampoco se queja demasiado, tal vez las ilusiones y la vida no tengan que llevar el mismo camino. De todas formas, desde que vive sola se le ve más feliz.
El otro día bajó al sótano y subió con un libro, uno de esos que no vendieron en su día, quitándole el polvo con un trapo lo abrió y sacó un recorte de periódico, me lo enseñó diciendo – mira, lo que sabia hacer cuando era joven. Era una foto de una mujer bailando semidesnuda sobre la arena de no sé que playa, detrás, unas hogueras iluminaban la escena y la música no supe cual era, algún canto griego o de otra parte del mediterráneo. Parecía una diosa. Debajo la leyenda en inglés decía que la mejor bailarina del mundo abandonaba la escena por estar embarazada.
Guardó el recorte y me regaló el libro que se titulaba Itaca, viaje a la libertad, y del que ya publiqué uno de sus poemas, por cierto, el autor es un tal Kavafis.
Bueno, ya pasaron diez días y el trabajo me reclama, siento dejar este pueblo, junto al mar y siento dejar de hablar con esta maravillosa mujer, pero, a partir de hoy todo el tiempo libre que tenga vendré a pasarlo con ella.
Mi mujer es bióloga trabaja muchas horas y hablamos lo justo, nunca nos planteamos tener hijos, pero, me gustaría tener a alguien al que le pueda regalar un libro. Y hablarle de lo bueno que es viajar a Itaca.

4 comentarios:

Óptimus dijo...

Me gusta la historia Menalcas, este año he descubierto (o redescubierto) que me encanta la playa, sobre todo en esta época y con un buen día de sol, pero lo mejor de la entrada es sin duda la música que has puesto, me trae buenos recuerdos.

Un fuerte abrazo.

Jorge Gª Rivas dijo...

Hola. No leo todo lo que quisiera tu blog. Pero desde luego siempre que lo hago me encuentro con bonitas historias.
Y esta es realmente preciosa.
Saludos

Amelia Viturro dijo...

Pues a mi no me queda claro si el protagonista o contador de esta historia, tiene hijos o no. Tema que me preocupa, más que nada por cuestiones de herencia.
Acláremelo Vd. señor Menalcas.

"Mis hijos dicen que esta loca"
"...nunca nos planteamos tener hijos"

Anónimo dijo...

ya sé que no soy bueno escribiendo, pero no hace falta que te regodees, pues lo siento, el protagonista estaba divorciado y vuelto a casar. es una salida facil y sobre la marcha. la próxima vez llevaré mas cuidado.