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martes, 11 de mayo de 2010

Natanael, no tenías que haber cocinado lentejas, de ahí este 3º capítulo.

No pensaba volver a escribir sobre las lentejas, pero hoy he vuelto a encontrarme con aquel amigo que era lo único que comía, le ví sentado en el parque, solo, dandole de comer a las palomas, y con la mirada perdida entre un carballo y una babosa.
Le pregunté como le iba y me sonrió, no dijo nada, solo me puso en la mano unos granos de maiz y miró a las palomas, dandome a entender lo que pretendía. Me senté a su lado y sentí el calor de su cuerpo junto al mio, notaba su agitación en el pecho y como le temblaban las manos al abrirlas con el maiz. 
Es un hombre alto, fuerte como un carballo, noble y muy sensible, se hubiese dejado la vida por un amor, por una causa. Me miró y en sus ojos ví unas lágrimas y como se mordía los labios para evitar una expresión de debilidad, al instante me dí cuenta de que la vida seguía sin acabar de darle esa alegría por la que tanto había luchado, y que aún seguía con los platos de lentejas.
Me hubiese gustado saber como habían sido estos años, desde que nos conocimos en aquel restaurante, pero no tenía ganas de hablar, además para que hacer más herida en ese corazón roto.
Le abracé y le enjugué las lágrimas con mi mano, después me levanté del banco, dejandole solo, mientras la babosa cruzaba entre sus botas, ya gastadas de tanto caminar. Estaba empezando a llover y no tenía paraguas.

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