De aquella era muy callado y muy tímido, y como siempre me faltaba algo, claro.
Odio las palabras
cuando las manos se cogen
los ojos se miran
o los labios se rozan.
Odio las palabras
cuando tumbados sobre la misma cama
hacemos el amor como dos animales,
el sudor,
la angustia del máximo placer.
Odio las palabras
cuando los músculos se ponen tensos
para cavar más hondo
o cuando se relajan
para exhalar el último suspiro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario