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jueves, 7 de marzo de 2013

Una noche de lluvia



Quizás no debí levantarme de la cama, pero me desperté y no hacía más que dar vueltas, así que me calcé las zapatillas, me puse la bata y salí de la habitación. A mis oidos llegaba el rumor de la lluvia a través de la ventana, no había bajado la persiana. Me asomé a la calle y unos buenos regueros de agua corrían por los lados buscando sumideros que no la tragaba y allí debajo de un paraguas estaba aquel hombre, quieto, sin mirar a ningún lado, el agua le anegaba los zapatos pero él no se movía. Serían cerca de las 4 de la madrugada, noche cerrada y el par de farolas, cuya luz reflejaba la cantidad de agua que caía.
Me quedé mirando, a ver si hacía algún movimiento, si miraba en alguna dirección, si se cobijaba en algún portal, alguna acción, pero nada, seguía inmovil como si fuese una estatua y sus pies metidos en el reguero. Pasó media hora o más, ya no recuerdo, cuando de repente un rayo de luz intenso iluminó la calle; era un coche de lujo, paró a su altura y se abrió la puerta de atras. El hombre entró en el coche que estaba detenido en el centro. A los diez minutos volvió a bajar y empezó a caminar, veinte pasos mas adelante cayó al suelo y el agua se tiñó de sangre.
Cerré la persiana y me fui para cama, las sabanas estaban mojadas, notaba como mi estomago se encogía y en la garganta el sabor de la sangre, tenía frio. Quizás no debí levantarme de la cama.  


1 comentario:

Dyhego dijo...

Menalcas:
Y la impotencia de no poder hacer nada.
Salu2.