Es una entrada final, triste, creemos que a él le hubiera gustado que el blog terminase con una despedida a la altura de sus comienzos. Sincera, desde el corazón, sin tapujos, una fase más del camino a Ítaca en soledad o rodeado de todos nuestros recuerdos y amigos.
Antes de comenzar queríamos agradeceros el sentir, el acompañamiento y las muestras de cariño de todos los que acudisteis, los que nos enviaron mensajes y los que en la distancia sentisteis nuestra pérdida como vuestra. Muchas gracias.
Postfacio Menalcas por Julio Iglesias
Amigos:
Menalcas,
el gran Menalcas, nos ha dejado. Ha hecho su atillo de peregrino y, ligero de equipaje, como también hiciera don Antonio Machado (Un poeta de la
ética y de la renuncia al que él admiraba profundamente), se fue a recorrer los
eternos senderos del silencio.
Pero,
¿nos ha abandonado? No, porque no abandona la vida quien con tanta intensidad
amó la vida. Pues si algo caracterizaba
a Menalcas era la pasión con que vivió, y transmitió, ese difícil arte que es
vivir en armonía y comprensión con las circunstancias que nos depara la
existencia.
Y
es ahí, en ese, aparentemente contradictorio, territorio de rebeldía juvenil
y madura aceptación, donde nos estará
esperando siempre (lo estoy viendo, con su pícara y tímida sonrisa,
advirtiéndonos de la futilidad de toda actitud extrema e irascible) en sus
versos, en sus cuentos, en sus fotografías… Sí, es ahí, donde estará presente en
nosotros.
Y
allí donde estén los soñadores resplandecerán sus sueños, allí donde amen los
enamorados fulgirá su amor, allí donde enseñen los sabios brillará su
sabiduría, allí donde se expresen los amigos sonará el cálido y respetuoso rumor
de su amistad…
A
nosotros nos toca ahora recordar, entrar en los recuerdos y traerle a este aquí, a este ahora, para requerirle,
como hacía Miguel Hernández (otro excelso poeta por el que sentía mucho apego)
con su amigo Ramón Sijé, a los almendros
de nata, porque tenemos que hablar de
muchas cosas, compañero del alma, compañero.
¡Ay,
Menalcas! ¡Qué huérfanos nos ha dejado tu
marcha! Pero también, como cantó Jorge Manrique en sus coplas a la muerte de su padre, que harto consuelo nos ha dejado tu memoria.
Pues
nos has mostrado el camino con el ejemplo de tu bondad, tu dignidad y tu valentía.
Ojalá, algún día, podamos decir, con tu misma humildad: He aquí, postrado en su
difícil y espléndida esencia, el hombre.
Sabemos
que estás esperándonos por los valles de la eternidad, con esa irónica
aceptación, esa ingenua coquetería, ese expresivo silencio, esa tierna fraternidad,
ese entregado amor…, para contarnos que la vida es un don maravilloso, y que
ningún futuro debe enturbiarnos para
que perdamos de vista este presente (con
su pasado grabado en la memoria) que está en todos los lugares de
nuestros corazones. Que para vivir y para morir no importa el tiempo ni el espacio
—son meras reglas matemáticas que explican la realidad de la ciencia con su lógica
de razones empíricas o especulativas— sino las percepciones de una verdad, por
muy aparente e intuitiva que sea, que está registrada en nuestras conciencias atávicas,
y que nos dice, a través de las emociones que se albergan en nuestro espíritu,
que lo importante no es saber cómo funciona la máquina físico-química que mueve
nuestros sentimientos, sino que lo que de veras importa es sentir cómo esos
sentimientos nos llevan por los, a veces tortuosos y otras bonancibles, ríos
del amor.
Hasta pronto, Menalcas.
De su hija Paula:
El ascensor subía, nunca
supe a qué planta. Tú me sujetabas la mano cuando aquella enfermera me preguntó
cómo se iba a llamar. Yo respondí sin titubear: marta Sánchez. Tenía 3 años y
es mi primer recuerdo contigo.
En el parque, te pegabas
trozos de papel a los dedos que intercambiabas con los otros fingiendo que eran
unas palomas que iban y venía. Los paseos por la playa en los días de las
decepciones, de los desasosiegos, tú me llevaste por esos caminos donde me
enseñabas que no era el fin del mundo y que algo mejor estaba por llegar. Yo te
llevaba para darte energía y fuerza creyendo que algo mejor nos tocaba vivir.
Son muchos e innumerables. Todos
dolorosos en este momento. Hoy hace 5 meses que dejaste de enviar whataspp
preguntando qué tal, de llamadas para ver a dónde íbamos a comer y donde se dormía la siesta después. Ya no escucho tu
voz ni huelo tu olor.
Sé que en Ítaca, donde te
encuentras, todo está bien. Ya no sientes dolor, ni decepciones porque la lucha
no lleva a un resultado beneficioso, todo eran parches y todos los pusiste y
los luchaste para que fueran una cura. Esas siestas en el hospital del sueño,
mano a mano.
Gracias papá por ser
valiente hasta el final, por luchar por la vida a pesar de los errores, por
querer estar junto a nosotras tres en todos los buenos y malos momentos. Por
enseñarnos a ser independientes, sabias y confiadas. A hacernos valer, a ser
consecuentes con nuestras decisiones. A ayudarte a sentir aquellos lugares que
te hubiera gustado vivir y el tiempo no te dejó. Gracias por ser como fuiste, por cómo eres. Siento que no te llegué a
conocer del todo, que se me han quedado muchas preguntas en el tintero. Las
escribiré en una carta rumbo a Ítaca.
Te quiero.
De su hija Marta:
Querido Nataniel:
Tú a mí no me conoces personalmente. Ahora mismo no importa. Conoces mi
nombre, soy Marta. Me gusta por fin poder dirigirme al que ha sido el
confidente de mi padre durante tanto tiempo. Algo tienes, Nataniel, que te hace
digno de confianza de los más desconfiados.
No tengo, sin embargo, noticias geniales. Te escribo para decirte que esta
es la última entrada de este blog. Menalcas ha sido tu amigo y tu compañero de
viaje, pero él no sigue, así que el blog debe terminar.
Él ha pasado unas vacaciones casi tan buenas como las que pintaban la
entrada anterior. Terrazas, playa, baños en el mediterráneo, familia y un
sinfín de muy buenos amigos (no ibas a ser tú el único). Para ser justos a esto
también hay que sumarle escalofríos, cuerpo destemplado y dolor en la cadera.
La vuelta a la vida real dejaba vacías las calles: metástasis en el hueso.
Solución: radioterapia, 5 sesiones. Con ansia y siempre con muchísima esperanza
nos sumergimos en la siguiente tarea de este gran viaje que casi es como Ulises
tratando de volver a Ítaca… interminable. El dolor va desapareciendo. Sin
embargo, solo hablo del de la cadera.
A la vuelta de vacaciones de la oncóloga, peores noticias. Vamos a
interrumpir los tratamientos que te hacen más mal que bien. Porque esto sigue
avanzando y ya le han puesto todas las quimios posibles sin mejores resultados.
Desanimado, pero no del todo abajo.
Lo horrible llega cuando aparecen los vómitos constantes. Casi incapaz de
retener una comida en el estómago. “Efectos de la radioterapia” decimos para
consolarnos. Sabemos todos que no. Un día: sangre en el vómito y primera visita
a urgencias. Después de una semana privándole de uno de sus mayores placeres en
la vida: comer, determinan que no pasa nada malo y le envían a casa. Cuando ya
no hubo vuelta de hoja ni marcha atrás fue el domingo pasado. Un edema pulmonar
ponía al borde de la silla a todo el mundo y una segunda visita a urgencias
confirma la tragedia inminente: el cáncer está muy extendido. No va a salir de
esta.
Después del traslado al hospital oncológico aquí estamos: yo llegada hace
menos de una semana de San Diego, mi hermana Paula con una baja indefinida y mi
madre, que no va a casa desde el miércoles pasado pernoctando (a falta de que
Morfeo nos venga a abrazar) con él mientras, sedado, da las últimas bocanadas
de aire hospitalario con olor a morfina fotosensible.
La vista desde mi situación. Papá, Menalcas, mi amigo, mi consejero, mi
ejemplo a seguir, una de las constantes de mi vida, luchando a cada suspiro, a
cada latido de corazón por seguir con vida mientras por la ventana se ve un
amanecer rojo que tiñe las nubes y una tuya con olor a manzana gallega que
bloquea parte de las vistas a la ría, mamá sentada a su lado con los ojos
hinchados de llanto y aún más lágrimas que los empañan y expresión
completamente desolada y al lado de mi madre mi hermana le sostiene el hombro
mientras le dice cuanto la quiere. Mamá se acerca a papá y le pide que nos
deje, que vamos a estar bien, que busque a sus padres, que lo van a cuidar como
lo cuidamos nosotras, que busque también a su suegro y le diga que no pasa día
sin que ella piense en él, que busque a su hija muerta antes de nacer con 6
meses de gestación cuyos pulmones no pudieron desarrollarse y él mismo tuvo que
llevar en una bolsa al laboratorio donde lo analizaron.
No se ha enterado de mucho, más bien de nada… pero nosotras sí. Hemos visto
como ha pasado de tener ganas de salir a pasear (solamente dar unos pasos por
la acera del oncológico) a un cuerpo sin vida al que abracé y que ya no era él,
papá ya no estaba ahí. La boca se le quedó abierta de tanto tratar de respirar
y los labios blancos. La punta de sus dedos empezaba a tornar amarilla cuando
las enfermeras y la médico de guardia nos pidieron que saliéramos de la
habitación.
Tanatorio… un montón de cosas que realmente no importan… como el tipo de
flores que queremos poner o el tipo de caja que queremos. Aguantar que a mi
madre la llamen “la viuda de” a menos de una hora de haber muerto su marido…
tiene toda la vida para ser la viuda de… ahora llamémosla por su nombre, ¿les
parece?
Funeral… El cura tenía prisa por acabar, aun con la iglesia llena de gente
en silencio esperándonos a mí, a mi hermana y a mi madre… mirándonos con rabia
y pena. Entre la voz del cura y una cinta grabada con todo lo que se supone que
hay que decir, dejando un espacio en blanco para decir el nombre del fallecido,
no había mucha diferencia.
Entierro… El cura preguntó al llegar el nombre del fallecido, no antes. Yo
misma llevé sus cenizas para que las enterraran. Al enterrador le sonó el móvil
4 veces.
Sé que son empleos complicados, al fin y al cabo es gente que está haciendo
un acto totalmente repetitivo y que ha perdido todo el significado que podía
tener para ellos. Conviene recordárselo. Están enterrando a mi padre.
Lo único bueno de estos últimos días habéis sido vosotros; muchos vinisteis
a despediros al hospital, cuando estaba vivo. Otros tantos no llegasteis a
tiempo pero vinisteis al tanatorio a llorar con nosotras, a hacernos ver
cuantísima gente quiere a nuestro papá y a juntaros con gente que hacía años
que no veíais e incluso a apreciaros más, ya que empezasteis a daros cuenta de
lo efímero de la vida.
Sé que mi padre es quien es, o era quien era, gracias a todos vosotros. No
somos más que la suma de todas nuestras experiencias. A papá no lo educaron
solamente su padre y su madre, lo educamos entre todos. Aprendió cosas de cada
uno de nosotros y nos permitió que aprendiéramos mucho de él.
Ahora… Estamos tristes. Le echamos de menos. Está presente, no solo en
nuestros recuerdos, sino en nuestras conversaciones, sin tapujos. Y si le echo
de menos, lo digo y si quiero llorar, lloro. A veces se me secan los ojos, a
veces me despierto con ellos hinchados y también hay otras veces que duermo la
noche entera y lo único que pienso al levantarme es en ir a darle un beso a mi
madre. Hay días y días. Sé que habrá un día en el que solo haya “días” y no
solo tengo pensado verlos pasar sin pena ni gloria, quiero vivirlos, todos los
días, con todos sus momentos. Eso es lo que yo he aprendido de mi padre. A
vivir. A apreciar lo que tengo. A apreciar quien soy y como soy. A la gente que
está a mi lado. Valorar mis recuerdos, aprender de ellos y mirar atrás con una
sonrisa en la boca. Si vosotros habéis aprendido la enésima parte de esto… os
felicito, ya podéis empezar a vivir.
Y para terminar, cómo no podía ser de otra forma, una canción, que siempre nos sonará en el corazón. Menalcas nos ha enseñado a escuchar el mundo a través de las voces de quienes en algún momento tuvieron algo que contar.
Esperamos que allá donde estés te guste esta forma banal de cariño y de amor, tú sabes lo que eres para nosotros, ahora también lo sabe Nataniel.
Siempre contigo.