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domingo, 24 de marzo de 2013

Una Semana Santa especial




Hoy me siento nostálgico, y recuerdo esa semana santa que siempre acababa con mal humor por culpa de la gente, donde aparcar, donde entrar a tomar un café, todo se hacía imposible, todo lleno. Sin embargo, la salida de San Juan Californio, con esa banda, o la del Nazareno en la Lonja de Santa Lucía, o el Encuentro, o esa salve en la entrada a la Iglesia, o ese Gallo de San Pedro, la música del Perico Pelao, enfin menos mal que no soy religioso.
Para mi gente de Cartagena, un abrazo y espero estar el año que viene.

viernes, 22 de marzo de 2013

Para mis amigos argentinos

Jorge Luis Borges

¿Dónde estará mi vida, la que pudo
Haber sido y no fue, la venturosa
O la de triste horror, esa otra cosa
Que pudo ser la espada o el escudo
Y que no fue?
¿Dónde estará el perdido
Antepasado persa o el noruego,
Dónde el azar de no quedarme ciego,
Dónde el ancla y el mar, dónde el olvido
De ser quien soy?
¿Dónde estará la pura
Noche que al rudo labrador confía
El iletrado y laborioso día,
Según lo quiere la literatura?
Pienso también en esa compañera
Que me esperaba, y que tal vez me espera.

 



Es una fotografía tomada en 1957 en la estación marítima de A Coruña. El hombre y el niño lloran por unos parientes que acaban de embarcarse rumbo a América.
La imagen de aquel padre e hijo rotos por el dolor que Manuel Ferrol retrató aquel 27 de noviembre de 1957 en la Estación Marítima, donde ahora se alza el nuevo Palacio de Congresos, fue para el fotógrafo coruñés —fallecido en 2003— “más que un Pulitzer”.


domingo, 10 de marzo de 2013

A mis amigos de México



Quiero agradecer a algunos amigos de México que a veces entran en este blog.
Un poema de Octavio Paz para vosotros y nosotros.

 La calle

Es una calle larga y silenciosa.
Ando en tinieblas y tropiezo
y caigo y me levanto
y piso con pies ciegos
las piedras mudas y las hojas secas
y alguien detrás de mí
también las pisa:
si me detengo, se detiene;
si corro, corre.
Vuelvo el rostro: nadie.
Todo está oscuro y sin salida,
y doy vueltas y vueltas
en esquinas que dan siempre
a la calle donde nadie
me espera ni me sigue,
donde yo sigo a un hombre
que tropieza y se levanta
y dice al verme: nadie.

viernes, 8 de marzo de 2013

New Orleans, un rato contigo


Caminaba por aquella calle, seguía lloviendo cuando unas luces de neón me llamaron. Entre en aquel club, que olía a humo y sudor. La música sonaba bien, la gente reía, bebía y bailaba. Me adentré hasta llegar a la barra, pedí un wisky con hielo y me dejé llevar. Es el típico sitio donde te apetece dejarte llevar. Una rubia me miró y yo a ella, llevaba un vstido negro muy ajustado y con un escote espectacular, vamos la rubia que recomienda el médico. En cinco minutos estaba a mi lado, riéndose con mis bromas y mientras poniendome los brazos en los hombros se contoneaba delante mia.
Dos wiskys después salimos a la calle y fuimos a su casa, eran las 12 de la noche o algo así, una vez en el salón puso un disco y empezamos a bailar mientras nos ibamos desnudando, y como sonaban las trompetas y los trombones, como vibraba la batería y como sudabamos, desnudos, bailando, bebiendo, su cintura me mareaba, sus piernas se enzarzaban en las mias, sus manos recorrían mi cuerpo y su boca en mi oido susurraba.
Nueva Orleans durante un rato me supo a gloria, lástima que después del Katrina no haya vuelto a saber nada de ella.

jueves, 7 de marzo de 2013

Una noche de lluvia



Quizás no debí levantarme de la cama, pero me desperté y no hacía más que dar vueltas, así que me calcé las zapatillas, me puse la bata y salí de la habitación. A mis oidos llegaba el rumor de la lluvia a través de la ventana, no había bajado la persiana. Me asomé a la calle y unos buenos regueros de agua corrían por los lados buscando sumideros que no la tragaba y allí debajo de un paraguas estaba aquel hombre, quieto, sin mirar a ningún lado, el agua le anegaba los zapatos pero él no se movía. Serían cerca de las 4 de la madrugada, noche cerrada y el par de farolas, cuya luz reflejaba la cantidad de agua que caía.
Me quedé mirando, a ver si hacía algún movimiento, si miraba en alguna dirección, si se cobijaba en algún portal, alguna acción, pero nada, seguía inmovil como si fuese una estatua y sus pies metidos en el reguero. Pasó media hora o más, ya no recuerdo, cuando de repente un rayo de luz intenso iluminó la calle; era un coche de lujo, paró a su altura y se abrió la puerta de atras. El hombre entró en el coche que estaba detenido en el centro. A los diez minutos volvió a bajar y empezó a caminar, veinte pasos mas adelante cayó al suelo y el agua se tiñó de sangre.
Cerré la persiana y me fui para cama, las sabanas estaban mojadas, notaba como mi estomago se encogía y en la garganta el sabor de la sangre, tenía frio. Quizás no debí levantarme de la cama.